Mucha gente cree que la ley define todos los derechos y obligaciones de un socio respecto de los demás, y de estos respecto de la sociedad. Esta forma de pensar es errónea, ya que la ley permite que los propios socios definan muchas cuestiones en los estatutos sociales.
Como resultado, tanto en las empresas familiares como en aquellas formadas por socios que se eligen mutuamente por afinidad, es frecuente encontrar documentos societarios muy sencillos.
Los emprendedores tienden a considerar los Estatutos Sociales como mera burocracia que debe completarse antes de que la empresa pueda operar, por lo que prestan poca atención a sus normas. Esto es comprensible. Después de todo, detallar los Estatutos Sociales obliga al emprendedor a considerar situaciones estresantes, como una disputa entre socios o el fallecimiento de uno de ellos y la posterior llegada de sus herederos.
Por otro lado, la simplicidad sin duda dificultará el debate entre socios, como la falta de un sistema para resolver empates en los acuerdos societarios, lo que puede representar un revés para la empresa. Dependiendo de la estructura societaria, un empate puede dar lugar a un resultado inesperado.
Este es el caso, por ejemplo, de una empresa con tres socios, uno de los cuales posee el 50% y el resto se reparte entre los otros dos. En este caso, la ley estipula que prevalece el voto del mayor número de socios per cápita (independientemente de su participación accionaria).
También existe una falta de normas que regulen la venta de todas las acciones de la empresa. Es común que los socios —normalmente fundadores y herederos del fundador fallecido— tengan intereses divergentes en la empresa: mientras que los herederos quieren vender su participación, los fundadores desean seguir trabajando. El problema es que la discordancia de intereses puede generar desacuerdos, lo que perjudica al negocio.
Y la falta de una regla que permita a los herederos unirse automáticamente a la empresa, lo que puede convertir la empresa en un juego de “uno queda”.
El momento oportuno para debatir las normas corporativas es cuando los socios mantienen una buena relación y se entienden. Esto puede ser un factor decisivo para el éxito continuo y la profesionalización de la empresa. Retrasar la discusión de los Estatutos Sociales hasta que se produzca un problema no funciona.
Por: César Moreno | Artículo publicado en Estadão.